Dedicado a Marina Kogan (1982-2011): te recuerdo con cariño, respeto, admiración y, sobre todo, un eterno agradecimiento.

domingo, 21 de agosto de 2011

"Volver a marchar entre las filas de la agridulce cotidianeidad después del desborde emocional es como estar en rehabilitación", escribe en su libreta mientras viaja en el asiento trasero del auto. Mira por la ventana y sigue: "la familia y los buenos amigos son esenciales, mientras que la mala junta (causante parcial o total del desborde, qué más da) es inaceptable".

Este domingo es el más raro que vivió en mucho tiempo. No tiene demasiadas fuerzas. Le pesan los párpados a pesar de que durmió más que de costumbre. Porta una mirada triste y todo la enternece. Todo le cala profundo, la ablanda: la imagen del sol pegando sobre el pasto, la cara del niño que le pide "algo para comer", el agua de la fuente que cae incesante.

Mientras camina por esa ciudad en la que ya estuvo pero de la que poco recuerda, se siente una niña indefensa. Toma a su madre del brazo. Avanzan silenciosas y pensativas, con paso firme y expresión despreocupada, a la par. En ese instante, Ella piensa en su progenitora como en su escudo. Se enternece. Algunas veces y, aunque no lo exprese, la abraza fuerte intentando de esa manera hacerse chiquitita y volver al vientre que la engendró. Quiere estar en otro lugar, uno más seguro. Quiere flotar. Vivir levemente y sin mayores preocupaciones dentro de un útero protector eterno.

Continúa avanzando junto a su madre. Ahora piensa en los malditos escritores y filósofos que tanto profesaron el amor ("¡Qué hombre iluso fue Aristófanes!", exclama para sus adentros). Se siente engañada por todos ellos. Y por las películas. Las de Hollywood y las otras también... en realidad, se siente engañada por cualquier cosa que trate de amores fáciles, lindos, sinceros, sin tapujos, con besos bajo la lluvia y sexo apasionado, encuentros desesperados con abrazos apretados hasta la falta de aire. Odia haber creído que eso era el amor. Que sólo eso lo era. Se siente tonta. Ingenua.

Hoy sabe con certeza que el desamor es parte del amor. Su última parte. También sabe que la obsesión es la consecuencia del amor ciego y desesperado. Que la obsesión produce el desamor. Hoy siente al rencor, la bronca, el enojo como consecuencias lógicas del amor o, mejor dicho, de esa última fase del amor: el desamor. Odia el amor y, sin embargo, en su interior crece -paso a paso- el ferviente deseo de volver a sentirlo.

lunes, 25 de abril de 2011

Estoy escribiendo poco, me hago cargo, así que mejor les cuento un sueño que tuve: http://lossueniosdebonnie.blogspot.com/2011/04/los-suenos-de-vichu.html

lunes, 14 de febrero de 2011


Teco camina. El viento que le pega de frente le hace difícil avanzar. A veces le gustaría simplemente dejarse llevar por la brisa enfurecida. “No debe ser tan complicado, dado mi contextura física” piensa para sus adentros.

El frío congelado penetra su tapado, su remera, su piel y se cuela en su sangre, expandiéndose a lo largo de su espigado cuerpo como un cáncer invasor. Piensa que ese frío que siente, poco tiene que ver con cuestiones climáticas. Esa sensación lo acompaña y le hiela los huesos, está presente incluso los días más calurosos. La peor parte es que conoce qué le produce eso: sabe con precisión cuándo empezó y sabe cómo detenerlo. Lo que no sabe es cuándo lo hará.

Se para frente a la puerta del Ministerio de Educación. No quiere entrar. Se apoya en la pared y saca de uno de los bolsillos de su tapado un atado de cigarrillos. Toma uno, se lo lleva a la boca y lo prende. Frota sus manos, blancas como la leche, por unos segundos: trata de entrar en calor. Sin éxito, decide meterlas en los bolsillos. Recuerda los guantes de cuero que vio hace poco en el local del viejo Vendero. Los quiere.

Fuma y trata de evadir el malestar que lo invade. Piensa en sus amigos, Isabella y Marcio. En su tan querido piano de cola (lo único que no había querido vender su madre a pesar de los problemas económicos). Piensa en ella, Gloria, cuando estaba con su padre y era una señora bien, siempre maquillada y con olor a perfume caro. La recuerda como está ahora, venida a menos, sepultada en deudas, sin energías. Marchita. Inmediatamente, y como una catarata incontenible, se le viene a la mente el piso de vieja madera crujiente de su casa, ese que deberían haber cambiado hace rato. Las enormes cortinas de terciopelo, llenas de polvo. El hogar a leña. La enorme sala y la enorme ausencia que se percibe al entrar.

Mira el cigarro, casi consumido. “Es que eso pasa” piensa con tristeza, “las cosas se consumen sin que uno se de cuenta”.

Son las nueve y cincuenta y ocho. Decide entrar al edificio. Toma el ascensor hasta el tercer piso. Baja y toca timbre frente a la puerta de vidrio. Sara le abre y, al verlo dice: – Buen día, Teco. Esperá, que te pago ahora. Me parece que hubo aumento de sueldo para algunos…– Sonríe levemente. Mira para abajo, abre el primer cajón de su escritorio y saca un sobre blanco, abultado con la inscripción “Teco” en lápiz.

–Tomá…– Lo apoya en la mesa.

A Teco se le viene a la mente el día en que le dieron su primer pago. En ese entonces pensaba que era posible jugar el juego sin ensuciarse. De hecho, ni sabía que existía la posibilidad de ensuciarse. Agarra el sobre de un manotazo y se dirige al baño, apresurado. Entra. Se pasa ambas manos por la cara. Inhala profundamente. Mientras exhala se mira al espejo. Algo no está bien. Piensa en el señor Gram. En el sobre de plata sucia que tiene en su bolsillo. En las coimas. En los pagos que él se encarga de cerrar por teléfono y concretar personalmente para Gram. Empieza a pensar que, capaz, el nivel de corrupción tolerable por su persona había sido superado con el nuevo contrato. Ese que firmó ayer.

Trata de acordarse cómo empezó todo esto. Cuando su madre le dijo que no debía preocuparse por los problemas económicos él tenía dieciséis años y, a pesar de que lo necesitaban, ella mintió diciendo que llevaba bien la situación. Se acuerda de que él decidió ignorarla y  pedirle trabajo al señor Gram, quien lo contrató de un día para el otro como su asistente. Se siente un idiota, por haber sido tan ingenuo, haber pensado que todo sería fácil. Ameno. Feliz. Recuerda la ilusión de los primeros meses de trabajo, su tonto pensamiento de que “la política puede cambiar el mundo”.

“El error” piensa Teco “no está en pensar que la buena gente hace buenas cosas, eso es verdad, sino en a quién se considera buena gente”. Gram era, en ese entonces para él, buena gente. Él se consideraba también a sí mismo, allá a lo lejos, buena gente. Recuerda su cara poniéndose el traje, sus nervios, sus ganas de crecer. Qué idiota.

En eso se abre la puerta. Gram entra al baño y le dice: – ¡Pero muchacho! A usted lo andaba buscando… tengo unas cuentitas que necesito que me liquide y, como siempre, que efectúe los pagos, claro. – A lo que Teco contestó: – Si no supiera que es ministro de educación, pensaría que es todo un bancario, señor Gram… me estaba por lavar las manos. Termino y liquidamos los pagos.

Los pensamientos de Teco se desvanecen con la entrada del ministro. El joven decide, una vez más, poner piloto automático y dar comienzo a su jornada laboral. Hay mucho por hacer.

martes, 18 de enero de 2011


Tengo la necesidad de compartir este mail que te mandé el 14 de enero. Espero que lo hayas leído. No tengo la certeza de que así haya sido, ya que nunca recibí respuesta, probablemente ya estuvieras internada desde entonces. Pienso que si no lo leíste, esta es la oportunidad de que lo veas desde el cielo.

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Hola Marina, cómo andás? Espero que bien. Tengo que confesarte que mi
mail se va a centrar fundamentalmente en esa pregunta inicial, ya que
el único motivo por el que te escribo es saber cómo te encontrás de
salud.

Espero que los problemas hayan disminuido o, aún mejor, que ya te
hayan dado el alta!

Quizás sea raro para vos mi interés, pero sos una persona que me marcó
y a la que admiro, por eso de veras me interesa saber cómo te
encontrás.
Espero no sonar pesada ni stalker (qué horrible!!!), pero decidí
escribirte porque cada tanto entro a tu twitter, y en esta ocasión no
vi nada muy nuevo y me entró la duda (igual capaz sí haya tweets
frescos pero como no sé usar este aparatito muy bien, me aparece
último lo que me contestaste de tokio blues!)

Sea como sea, quise saber cómo estás.

Te mando un saludo! Y espero que puedas disfrutar a pleno del calor,
los helados de palito, los licuados, andar en bici, una buena lectura
bajo la sombra de un árbol o lo que te haga pasar felizmente esta
época del año!